En los últimos años, el cambio climático ha impactado significativamente la vida de las poblaciones, representando una desventaja adicional para las comunidades y pueblos indígenas, quienes cuentan con recursos limitados para enfrentar las variaciones climáticas. Estar consciente de estos cambios puede ser clave para mitigar las catástrofes, tal como señala Juan Jiménez, técnico de la Fundación Ko’ox Taani, durante su taller de resiliencia de cultivos titulado “U kalantal paak’alo’ob utial ma’ u k’astalo’ob o prepararse ante situaciones difíciles". Por su parte, Georgina Santana, también técnica, subraya que para comprender el concepto de resiliencia es útil emplear ejemplos concretos, como la última sequía de 2024 o las intensas lluvias recientes.
En este taller, se exploran las actividades que las
comunidades realizan para prepararse ante posibles situaciones adversas, como
tormentas, huracanes, sequías con temperaturas superiores a 40 grados
centígrados, o plagas que afectan los cultivos. La identidad, en este contexto,
se convierte en un factor clave para enfrentar estas adversidades. Es
fundamental plantearse preguntas como: ¿Quién soy? ¿Cómo es el lugar donde
vivo? ¿Qué situaciones me ponen en riesgo y qué capacidades o herramientas
tengo para afrontarlas y mitigar sus efectos?
Las respuestas a estas preguntas surgen de manera limitada,
por lo que el facilitador del taller estimula la introspección y reflexión,
utilizando los primeros comentarios y ejemplos para profundizar en el tema. En
conjunto, los participantes elaboran una lista de acciones que están a su
alcance para mejorar sus circunstancias. Entre estas medidas destacan: sembrar
en zonas elevadas para evitar inundaciones, utilizar el k’aanché (plataforma
elevada de madera donde se coloca tierra y semillas), emplear repelentes
naturales contra insectos, cultivar en cubetas para proteger las plantas de las
lluvias intensas, usar un calendario de siembra para identificar las semillas
adecuadas, y proteger los cultivos del sol y las lluvias con palmas de huano.
Estas prácticas, hoy en día, son conocidas como agroecológicas.
Durante el taller también se plantean preguntas
fundamentales: ¿Cuántas temporadas de siembra hay? ¿Es posible sembrar lo mismo
en todas? ¿Qué cultivos son adecuados? ¿Cuáles son los principales desafíos que
enfrentan en su huerto en las dos temporadas? ¿Cómo los resuelven? Las
participantes comparten sus experiencias, lo que abre un espacio de reflexión
sobre su capacidad de adaptación ante los retos que la naturaleza les impone.
A nivel macro, un factor crucial para la resiliencia es la
educación a través de la práctica y la creación de redes de apoyo. En los
talleres, se fomenta el intercambio de experiencias productivas mediante
charlas, exposiciones de carteles y la implementación de estas técnicas en sus
hogares. Esta actividad refuerza el tejido de una red local que, con el tiempo,
fortalece la participación de los miembros de la familia en las prácticas
productivas.
La península de Yucatán, debido a su ubicación geográfica,
es especialmente vulnerable a huracanes y a una intensa radiación solar.
Además, su suelo, de escasa profundidad y con una gran proporción de piedra,
añade complejidad a la agricultura. Sin embargo, a lo largo de los años, se han
desarrollado estrategias para superar estas limitaciones. Desafortunadamente,
las nuevas generaciones están comenzando a olvidar estas prácticas, por lo que
los talleres de resiliencia de cultivos son esenciales para preservar la
memoria colectiva, que aún mantienen las personas mayores. Es precisamente en
esta memoria donde reside el tejido social y la red de apoyo de estas
comunidades.
Aunque las desventajas aumentan cada año, es fundamental
contribuir a mitigar los efectos del cambio climático en las poblaciones
indígenas.